Hoy fuimos a una cueva distinta, se llama kilómetro uno y ya llegar ahí fue una aventura porque desde donde dejamos la camioneta tuvimos que meternos unos 300 metros en la selva. No es selva tipo el Amazonas y había un camino más o menos visible que lleva al cenote pero no era fácil ni ubicarnos ni recorrerlo con todo el equipo a cuestas. Durante el camino vimos huellas de jabalí y caracoles fosilizados en el suelo de piedra. La segunda vez que lo recorrimos de ida yo iba adelante y casi al llegar al cenote me encontré una culebrita que huyó antes de que me acercara. Este cenote es todavía más pequeño que aerolito y mucho más incómodo porque los bordes estaban cubiertos de lodo resbaladizo. De hecho, casi al entrar al agua mi pie derecho se hundió en el lodo y estuve a punto de caerme con todo el equipo puesto, lo cual habría sido muy aparatoso.
La entrada a esta cueva es un pequeño ojo de agua estancada llena de vegetación y con muchas algas y otras cosas flotando. Desde afuera no parece más que un estanque pantanoso pero en una parte tiene un agujero en el fondo de un poco más de un metro que continua hacia el interior de la tierra mucho más de lo que alcanzamos a recorrer. El otro grupo llego tan lejos que pasaron otra entrada al mismo sistema, pero nosotros tuvimos que regresar antes.
El agua superficial estancada estaba tibia por el efecto del sol y la materia vegetal en descomposición (en palabras de Germán, nuestro instructor, es un pozo de agua hedionda) pero una vez bajo tierra el agua estaba bastante fría. Aerolito estaba bastante llena de sedimento pero aquí había muchísimo más así que tuvimos que ser aún más cuidadosos con nuestras patadas.
En kilómetro uno no alcancé a ver mucha vida pero las formaciones geológicas eran espectaculares y de lo más variadas. Uno de nuestros compañeros de curso es el doctor Rafael López del Instituto de geología de la UNAM y tuvimos la oportunidad de acompañarlo a unas pláticas sobre espeleotemas (una serie de formaciones geológicas de las cuevas) qué dio en Cozumel y playa del Carmen. Gracias a estas pláticas entendí un poco mejor lo que veo ahí abajo y aprendí a prestarle atención a diferentes aspectos de la cueva. Además de las estalactitas y estalagmitas, vi unas formaciones muy curiosas llamadas placas o escudos y algunos fósiles. Pero además pude ver cómo algunas formaciones, en particular unas muy grandes con forma de cascada llamadas flowstones, se interrumpían a diferentes niveles que muestran que la cueva ha estado inundada hasta diferentes alturas a lo largo de su historia. Además de estos flowstones pude ver, en la pared de la cueva, una serie de marcas horizontales que muestran cómo se depositó el calcio sobre el agua y las láminas que se formaron se rompieron por la acción del agua misma.
Kilómetro uno está llena de sedimento y además de esto, tiene el techo cubierto de percolaciones, acumulaciones de materiales que se filtran desde la superficie y que se acumulan en en techo pero se caen por el efecto de nuestras burbujas. Una de las cosas que más me impresionó es que las percolaciones que caían no llegaban al fondo si no que se quedaban en la haloclina porque flotan en agua salada y se hunden en agua salobre. Las haloclinas de esta cueva son maravillosas y también complicadas porque casi todo el recorrido que hicimos fue encima de ellas; si la movíamos arruinaba nuestra visibilidad.
Bucear suele ser como volar porque nos desplazamos en tres dimensiones, largo, ancho y profundidad en lugar de en dos (largo y ancho) que es lo que acostumbramos en tierra. En la cueva de hoy, flotar sobre la haloclina era como volar sobre lagos porque podíamos ver el agua salada abajo nuestro y las estalagmitas salir de ella. La interfaz entre las dos aguas genera una superficie muy parecida a la que vernos entre agua y aire, por ejemplo en un lago. Además podíamos ver a nuestros lados laderas de sedimento acumulado que cruzaban la haloclina y daban una sensación de playa. Inclusive podíamos ver olas pasar por la haloclina como sobre la superficie del agua. De regreso hicimos un ejercicio de cero visibilidad que consistió en apagar las lámparas y seguir la línea hacia la superficie comunicándonos y guiándonos con base en el tacto. Fue difícil pero ese nivel de oscuridad es muy impresionante y era una locura darme cuenta de que no veía nada a pesar de llevar los ojos abiertos.
Después de este ejercicio salimos a la superficie y fue muy hermoso volver a ver plantas, piedras, la tierra y el sol como estamos acostumbrados.
Como teníamos bastante gas en los tanques aprovechamos para bucear el maravilloso mar de la isla. Fue un cambio muy agradable hacer un buceo al cual estoy tanto más acostumbrado, aún con los tanques dobles y el equipo de buceo técnico. Más allá de bucear bajo la luz del sol, lo que veía a mi alrededor me era mucho más familiar, esponjas con ofiuros adentro, peces cirujanos, sábalos, abanicos, corales de colores y demás habitantes del arrecife.
Mañana es nuestro último buceo en cuevas del curso y vamos a ir a un lugar llamado C1. Nuestro plan es después cruzar al continente para bucear una cueva de ese lado y con eso termina mi etapa de cuevas y empieza la siguiente etapa de la aventura.

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Justo antes de bucear la cueva

Aquí les dejo una foto del equipo en la entrada a kilómetro uno, falta Germán que tomó la foto.